(…) Y los niños, que ahora somos
hombres y tenemos ansias
de lo que él defendía
con su puño y su palabra,
a nuestro padre decíamos
después al llegar a casa.
¿Quién era ese viejecito
que habló desde la ventana?
¡PABLO IGLESIAS, hijo mío!
nuestro padre contestaba
y ponía en ese nombre
una entonación tan clara
y había tanto respeto
del padre en esa palabra
que en nuestro cerebro de niño
PARA SIEMPRE SE GRABABA.[1]
hombres y tenemos ansias
de lo que él defendía
con su puño y su palabra,
a nuestro padre decíamos
después al llegar a casa.
¿Quién era ese viejecito
que habló desde la ventana?
¡PABLO IGLESIAS, hijo mío!
nuestro padre contestaba
y ponía en ese nombre
una entonación tan clara
y había tanto respeto
del padre en esa palabra
que en nuestro cerebro de niño
PARA SIEMPRE SE GRABABA.[1]
Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE y la UGT, el hombre que apostó con firmeza por el marxismo como marco teórico para la liberación de los trabajadores de España y del mundo, fallecía el 9 de diciembre de 1925. Desde el principio sus objetivos fueron la construcción de un partido fuertemente cohesionado, en el que la honradez y la moralidad fueran indiscutibles, un partido por y para la clase trabajadora. En el manifiesto fundacional del PSOE, redactó lo siguiente: “(…) En suma el ideal del Partido Socialista es la completa emancipación de la clase trabajadora. Es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes”.
Su entierro fue uno de los más multitudinarios que se recuerdan en Madrid. Según un testimonio de la época: “Medio Madrid acudimos al entierro, sin ser grande la exageración. Pero no fue aquella multitud de madrileños lo que más me llamó la atención, sino la heterogeneidad de sus edades y procedencias, pues sus componentes pertenecían a todas las clases sociales. Allí se mezclaban muchísimos trabajadores de cualquier edad, con sus gorrillas y trajes endomingados, con empleados encorbatados que lucían sus sombreros, y hasta bastantes maduros burgueses liberales y republicanos que no quisieron dejar de mostrar sus respetos al líder obrero fallecido; pero también se podía apreciar la concurrencia de jóvenes soldados, artistas conocidos, guardias municipales fuera de servicio, hombres de ciencia y de letras, mujeres del pueblo con sus hijos en brazos y elegantes damas. Todos ellos quisieron así homenajear a aquel viejecito de ojos azules que, en las mañanas soleadas, paseaba por Rosales envuelto en su vieja capa española. Y, a pesar de ser tan numerosa aquella abigarrada multitud que marchaba calle de Alcalá arriba, ocupándola ya en toda su gran anchura, no se oía en ella ni el vuelo de una mosca. Todos caminábamos tristes y silenciosos, con sumo respeto y recogimiento. Únicamente se hacía perceptible el ruido monocorde provocado por los pasos de aquellos miles y miles de manifestantes que habíamos querido acompañar a Iglesias en su último paseo. Los días siguientes, en que toda la prensa dio cumplida cuenta de la fúnebre manifestación, se supo que fuimos unas doscientas cincuenta mil personas las que acudimos a tan entrañable despedida. La mayor concentración humana conocida hasta entonces en Madrid. Y verdaderamente, era impresionante el espectáculo que ofrecía la carretera de Vicálvaro y la subida desde el viejo puente de las Ventas del Espíritu Santo. Cuando el coche fúnebre llegaba a las tapias del recinto destinado al enterramiento de los no creyentes, a las doce en punto de la mañana, aún pasaban sociedades obreras con sus estandartes por la Puerta de Alcalá, llevando tras ellas miles de manifestantes”. [2]
Un rasgo que distingue a Pablo Iglesias de muchos otros líderes obreros a nivel internacional, es el hecho de que en el siglo XIX y principios del XX, con una clase obrera analfabeta y sin medios para formarse, era necesario que se diese la contradicción, el raro accidente, de que en el seno de las clases más acomodadas, alguno de sus miembros renunciase a sus comodidades para defender la causa de los más desfavorecidos. Así fue en el caso de los más brillantes teóricos del socialismo. Luego, denostados y repudiados por su propia clase social, sufrirían penurias y miserias por esa causa. Sin embargo, a juzgar por sus humildes orígenes, Pablo Iglesias fue una excepción.
Tras la muerte de su padre, Pablo Iglesias se vio obligado a abandonar la escuela a la edad de 9 años. No por ello dejó nunca de formarse, en ocasiones como autodidacta. Aprendió el oficio de impresor y con sus primeros trabajos compraba libros para dedicarse al estudio del movimiento obrero. Por las noches acudía a clases de francés que él mismo se pagaba. Llegó a ser un prolífico redactor de ensayos y artículos. No sólo se preocupó de su propia formación, sino que la formación y la elevación cultural de la clase obrera española fue uno de sus máximos desvelos, obra que se realizaba a través de las numerosas Casas del Pueblo socialistas. Así, el 3 de junio de 1913, en respuesta a unas acusaciones de Maura en el parlamento en las que tachaba de facciosos a los miembros de las colectividades obreras, declaró: “La clase obrera se ha educado de modo que hay ya un tanto por ciento importante de hombres instruidos, no por la instrucción que les habéis dado vosotros, sino por la que se han dado ellos mismos. Todo lo que hoy existe en este sentido, el Partido Socialista, las organizaciones obreras, todo eso lo ha creado ella por sí, completamente por sí; no hemos tenido unos maestros al lado, hemos sido nosotros, sufriendo las privaciones y las necesidades correspondientes”.
Pablo Iglesias fue testimonio de las penurias y de la miseria que padecían los más desfavorecidos de su época, él mismo la sufrió desde su infancia en la soledad de un hospicio, a una edad en la que los sentimientos y las experiencias se graban para siempre en el corazón. Esa misma miseria fue la que acabó con la vida de su hermano pequeño Manuel cuando aún era niño y provocó un permanente cierto estado de precariedad en su salud. No es difícil imaginar que ya a una edad muy temprana, lejos de lamentar su suerte, debía empezar a preguntarse el porqué de las desigualdades e injusticias que le rodeaban y a buscar respuestas. La pobreza y la austeridad le acompañarían toda su vida. Será por eso que cuando se expresaba, lo hacía en un lenguaje en el que no sólo podía entenderle cualquier obrero, sino incluso también un niño, porque Pablo Iglesias hablaba desde lo más profundo de su ser, con el sentimiento. Así fue como impresionó Pablo iglesias a aquel niño que luego sería el gran poeta Antonio Machado: “La voz de Pablo Iglesias tenía para mí el timbre inconfundible de la verdad humana. Era yo un niño de trece años; Pablo Iglesias un hombre en la plenitud de su vida. (…) De lo único que puedo responder es de la emoción que en mi alma iban despertando las palabras encendidas de Pablo Iglesias. Al escucharle hacía yo la única honda reflexión que sobre la oratoria puede hacer un niño: "Parece que es verdad lo que ese hombre dice"... Porque antes de Pablo Iglesias habían hablado otros oradores, tal vez más cultos, tal vez más enterados o de elocuencia más hábil, de los cuales sólo recuerdo que no hicieron en mí la menor impresión... Lo cierto es que las palabras de Iglesias tenían para mí una autoridad que el orador había conquistado con el fuego que en ellas ponía y que implicaban una revelación muy profunda para el alma de un niño. De todo el discurso, en el que sonaba muchas veces el nombre de Marx y el de algunos otros pensadores no menos ilustres... sacaba yo esta ingenua conclusión infantil: "El mundo en que vivo está mucho peor de lo que yo creía. Mi pobre existencia de señorito pobre reposa, al fin, sobre una injusticia"... Mucho he pensado durante mi vida sobre esta primera meditación infantil, que debía a las palabras del compañero Iglesias”.
Fue en el 2010 cuando la Asociación Memoria y Justicia de Elx reivindicó que ese año se dedicase a la memoria de Pablo Iglesias. A esta iniciativa, desde su puesta en marcha, acertadamente se sumó Esquerra Unida. Resultaría injusto inscribir a Pablo Iglesias en el espacio exclusivo de la UGT y el PSOE. La persona, el ser revolucionario, el honesto, el compañero Pablo Iglesias ha de quedar ligado a la lucha heroica de todos los trabajadores españoles. Pertenece a toda la izquierda que, inspirada en su gesta, siente la necesidad de la transformación social. Hoy, a 86 años de su desaparición, constatamos que su mensaje es más vigente que nunca. Como él decía, o con unos o con otros, o con el capital o con el trabajador, no se puede servir a dos amos a la vez.
Daniel Guerra.
8 de diciembre del 2011